TRES FOTOGRAFÍAS

Jornada IV


Tres fotos.

En esta ocasión, se ha trabajado a partir de tres fotografías, seleccionadas por los participantes. Se trata de, a partir de ellas, hilvanar el comienzo de una pequeña narración.

Marco. El cambio de medio, la transducción, siempre abre sugerencias creativas. Por otro lado, es una estrategia que sirve para involucrar al sistema analógico de conocimiento, relacionado con las imágenes o con la música.
Para preparar la sesión, hay que seleccionar imágenes que tengan las cualidades de ser ricas y ambiguas. Las obras de arte son un subconjunto que da excelentes resultados. Las posibilidades son casi infinitas: tres imágenes, dos imágenes y una canción, fragmento de vídeo y dos titulares de prensa, fragmento de poesía (dos versos) e imágenes, obras de arte (pinturas, esculturas, arquitecturas), etc.
Al plantear el trabajo, se debe preguntar a algún participante sobre las condiciones concretas, sobre alguna variable. Es conveniente dejar margen de maniobra. Se puede proponer pasar por las tres imágenes, por dos, por una o por ninguna, a elegir. 

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  © Ana Ester Fernández
 
Historia de cualquier mañana.

No parece que sea tan temprano al otro lado del globo, pero amanece y se deja sentir la brisa fresca de la primavera. Esto no impide una sonrisa en la cara del muchacho argelino que posa con el sol en la cara. Se ha puesto su camiseta azul preferida, es de algún equipo europeo de fútbol de segunda división de temporadas anteriores. Ayer llegó el fotógrafo de la ciudad y lo inmortalizó para contar su drama, su terrible historia local a través de los periódicos digitales del mundo.
Veo que el chaval ha escogido su rincón favorito para la foto, la calle de las chimeneas blancas que se ven resplandecientes como cerezos en flor. Es lo que imagino viendo la imagen del argelino en la pantalla de mi ordenador, una noticia más mientras medio mundo acaba de cenar. Por la ventana, oigo ladrar al perro del vecino, lo veo mirar el ocaso del día mientras sacude su pelaje de fuego mojado tras su chapuzón diario en el puerto.
Ahora, ladra a las chipironeras que salen a faenar en esta época.
A este perro lo que le gusta es salir a cazar, me lo imagino en este mismo paisaje, pero trasformado en la esquina de un cuadro flamenco, donde sólo hay paisaje. Perro detrás de las liebres, colinas rocosas arriba, con esos arbolitos dibujados en la lejanía y el cielo azul degradándose hasta el blanco para volver a difuminarse en las aguas oscuras de esta bahía donde otras barcas navegaron. La tierra y sus formas horizontales eran verdes o marrones y el cielo y el agua azules, entonces no hacía falta más color. (Ana Ester Fernández)


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Paisajes

Había llegado el final del tiempo de nieve blanca, helada, y permanente en mi vista durante tantos meses. Un período de tránsito produjo el nuevo paisaje al frente. Reconocía los cambios de luz, de color, de temperatura; sabía cómo se trasformaba porque llevaba allí años. Un día ya lejano y sin fecha, decidí buscar este rincón sin salida al horizonte. Mi abuelo había construido esta cabaña y la acomodó para escapar de los avatares del trabajo y la familia.
Yo, sin embargo, estaba allí por necesidad: no podía vivir en otro lugar. Era el escondite de mi incapacidad para vivir con los otros. Educada para la familia, la independencia, el trabajo, la ambición, el triunfo, respondí a las expectativas. Mi vida tenía la potencia de esa naturaleza que me envuelve en este paraje. Todo en mi crecía, se formaba sin darme cuenta.
El corazón se me heló el día que mi padre murió sin haberme sentido querida nunca por él.  Siempre pensé que habría tiempo. Aquí siento venir y pasar el tiempo, viene el frío, el viento del norte, la tormenta, el deshielo, el calor, pero vienen solos. (Maite Elizegi)

“La península” (2011) © Emilio González Sainz

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PERO, ¿TODOS ESTABAN ALLÍ?

La soledad, el agua en calma, los árboles susurrantes al compás del viento, todo contribuía a sosegar mi espíritu, a esclarecer mi pensamiento, a sentirme como un átomo dentro de la magnificencia del mundo y del universo…

¿QUÉÉÉÉÉ…? ¡DE ESO NADA…! ¡Que yo lo vi todo desde casa mi abuela! ¡Que no podía salir a jugar con el Toni porque jarreaba de lo lindo! ¡Que dice mi abuela que nunca ha caído tanto en el pueblo! Y SI LO DICE MI ABUELA CON LO VIEJA QUE ES…

¡Qué suerte he tenido! ¿Quién iba a pensar que hoy caería una tromba semejante? Lo peor es que tengo frío, estoy empapado, aunque con este sol tan rico voy a secarme enseguida. ¡Je, je! A ver si salen los patos de debajo del molino. Hummmm…, se me hace la boca agua… (Soraya Puertas)
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 UN AMIGO NUNCA FALLA

Pablo era un niño de 8 años, alegre y algo pilluelo. Pasaba los veranos con sus abuelos en un pueblo al lado del pantano. Allí, en el pueblo no había muchos niños, en realidad era el único niño, había dos niñas, pero no le caían muy bien. Él prefería jugar con Luna, la perra de su abuelo. Era una gran compañera, podían pasar las tardes tranquilamente paseando por el bosque, bañándose en el pantano, cogiendo moras o intentando capturar pajarillos.
Una tarde bañándose en la orilla del pantano Pablo se despistó y se alejó, cuando quiso hacer pie, no pudo y muy nervioso comenzó a bracear intentando mantenerse a flote. Llamaba a Luna, pero no la veía. Ella no le podía fallar. Cada vez le costaba más mantenerse en la superficie, pero no dejaba de llamar a Luna. De pronto comenzó a oír los ladridos de su inseparable amiga. También los oyó su abuelo, que no estaba muy lejos y alertado se acercó.
Sin pensarlo se lanzó a por su nieto. Llegó hasta él y hábilmente lo rescató. Ya en la orilla abuelo y nieto se abrazaron como nunca, mientras Luna correteaba ansiosa a su alrededor. En ese momento el abuelo susurró a Pablo: “dale las gracias a ella”.
Y de regreso a casa, los tres más tranquilos, el abuelo le dijo a Pablo: “será mejor que no se lo contemos a tu abuela”. (Patricia Jato)

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La bahía

Malú se despertó temprano, estaba inquieto, había tenido una premonición. Había soñado con la llegada de Lucas, el ermitaño, el aborrecido y deseado alquimista. Malú se vistió en silencio, cogió su amuleto de cuerno de cabra, salió de casa cuando todos dormían, y se dirigió hacia la atalaya, desde la que se podía ver toda la bahía y el mar abierto. En el horizonte, sobre una mar inusualmente cristalina, apareció una barca que se acercaba lentamente. Sabía que era Lucas y que tenía que aprovechar la única oportunidad que se le presentaba. No sabía si temblaba de frío o de miedo. La idea era sencilla: una vez que hubiera saltado a tierra, sin darle tiempo a reaccionar, saldría de su escondite, saltaría sobre la barca y se haría a la mar en ella, llevándose la carga ominosa de su bodega. Lo que no sabía Malú era que Lucas también había tenido un sueño esa misma noche, acerca de un niño escondido, esperándolo en la atalaya. Únicamente la mente de Don Cosme, el perro setter recogido por Malú, era impenetrable para el alquimista. (Gabriel)

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 NOSTALGIA

Omar estuvo el verano pasado en casa. Es saharaui y su familia vive en un campamento con apenas medios. Ha estado dos veces más en España con los programas de Cruz Roja, pero nunca en Cantabria. Es un niño alegre, juguetón y muy cariñoso, tiene doce años y es muy despierto. Habla muy bien nuestro idioma.
Omar se relaciona con facilidad con todo el mundo, pero no con mis hijos. No lo aceptaron durante toda su estancia, y eso creó un vínculo muy especial conmigo, que fui madre adoptiva, compañera de juegos y amiga. ¡Ah!, y también con Jaro, nuestro perro, que lo acompañó en todo momento. Dormía en su habitación, y yo lo consentía... Los dos estaban felices.
Cada vez que miro este cuadro me acuerdo de él. Nada mas verlo en el salón, le impactó. Conocía el mar, pero no entendía dónde se podían ver árboles y campos verdes junto a la costa. Conmigo y con Jaro lo conoció y lo disfrutó muchas tardes. Lo echo de menos. (Mayte Suárez)

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MARCOS

Tenía la mente llena de recuerdos, vivencias, imágenes vistas alguna vez… Quizás no, quizás nunca las vio, sino que la mente las creo a partir de… A veces le sorprendían, de repente se presentaban sin avisar, una tras otra se iban sucediendo. Las observaba con sus ojos internos, esos que poseemos dentro de algún rincón de nuestra mente, y las veía ahí proyectadas. Había dejado de preguntarse hacía tiempo el porqué de esa repentina e ilógica aparición. Tal vez no era ilógica, “no hay que buscarle una razón a todo”.
Joven, muy joven, había viajado a Túnez. Su hermano se había pasado el viaje hablando con lugareños y casi auto-invitándose a sus casas. Así habían conocido aquel niño. Sus padres les habían servido pastas y té en su casa. Una casa de pueblo,  paredes blanqueadas con cal por dentro y  fuera. Era todo lo que podía conectar a esa foto que ahora se proyectaba en su mente. La tenía Marcos, su hermano, colgada en el pasillo de casa, junto a otras decenas de ellas: viajes, familia, arte y no sé qué más. Solo que era en blanco y negro.
Marcos estaba ahora en el Norte de Alemania. Llevaba tiempo. Había estado visitándole la primavera pasada. Vivía “demasiado encerrado en su mundo. Menos mal que ahora tenía un perro: Solana. Bien. Le ayudaba a no sumergirse tanto en su psique. Bonito lugar donde vivía, le gusto esa ciudad pintoresca, mucha agua.
Echaba de menos a su hermano Marcos, lo quería, más que a ninguno de sus otros hermanos. Siempre conectó bien con él, desde niños…les gustaba a los dos ir a pasar las vacaciones a casa de los abuelos, a aquella tierra verde que olía tan a fresco. A veces iban a pescar, ¿cogían algo? Probablemente no, no. Se mojaban, se mojaban mucho. (María López Serna)