CADÁVERES EXQUISITOS

Jornada II
CADAVER EXQUISITO

Texto elaborado a partir de un juego de cadáveres exquisitos realizado en grupo. Cada participante contesta a una pregunta de una lista genérica, y lo pasa al siguiete, tras doblar la hoja de modo que sólo se vea la última respuesta. Cuando todas las respuestas han quedado cubiertas, se lee el resultado. Después, cada participante elabora un texto libre a partir de las sugerencias que han quedado escritas en la hoja que acabó en sus manos.

Lista de preguntas (hay que dejar hueco para las respuestas)
¿Quién era?
¿Dónde estaba?
¿Qué hacía?
¿A dónde iba?
¿Por qué?
¿Con quién?
¿Qué dijo?
¿Qué contestó?
¿Qué decisión tomó?
¿Cómo terminó?

Trabajo dividido en dos momentos: primero, relax, todo vale, fluir de ideas, participación de todo el mundo, aceptación incondicional; segundo, trabajo individual, correcciones, diálogos bilaterales, crítica, poda, búsqueda de coherencia.

Marco: utilización de encuentros inesperados, aceptación del azar, necesidad de dar sentido a las parejas ocasionales.
Numerosos ejercicios parecidos: encuentros surrealistas, binomio fantástico (G Rodari), uso del azar a partir de una ventana recortada sobre la página de un libro, tiras recortadas de titulares, números de páginas de diccionario, mezcla de dos frases de dos novelas, etc.


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Dispersiones mágicas

Nuestro amigo el mago, debajo de una carpa de circo, agitaba sus manos y se sujetaba la cabeza porque había olvidado cómo sacar el conejo de la chistera.
Corriendo, fue a comprar un cascanueces que le ayudase a aclarar sus ideas, pues las nueces son ricas en vitamina E, que es fundamental para la memoria. Pero, en el camino, se percató de lo ridículo de su agobio pues él, en realidad, lo que necesitaba era cambiar de vida, de trabajo… Hasta de sexo.
Detuvo el rumbo y entró en un cabaret, donde conoció gente extraordinaria. Deseaba bailar, como una loca, pero le dolía demasiado la cabeza; así que prefirió tomar un whisky con soda: “Si no se me alivia, al menos se me olvida”.
Tres canciones regionales, dos boleros y cinco rancheras más tarde, la troupe de las almas desengañadas se empeñaba en reptar hasta el pub más cercano.
Nuestro amigo el mago acabó bolinga con los que estaba alternando. (Soraya Puertas)

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PEQUEÑAS MENTIRAS

Era un mago fantástico que no conseguía engañar a nadie. Vivía en una buhardilla que, desde luego, no se había hecho para él. Siempre andaba moviéndose por los rincones con la cabeza agachada ya que de ninguna manera se podía estirar. A esas alturas, ya se había acostumbrado a los golpes. Pero, a lo que no se acostumbraría jamás era a las mentiras de su mujer. Le había traicionado cinco veces en tres días, y decidió contarle a su mejor amigo que estaba muy avergonzado. Él le dijo que no se preocupara porque iba a hacer todo lo posible para solucionarlo. Pero el mago le gritó que ya no le creía, siempre le decía lo mismo, ¡mentira, mentira tras mentira! Sabía que los dos le habían engañado. Quería pegarle un tiro en la boca pero prefirió huir. Se dirigió al puerto subió a una barca y se perdió en el Atlántico. (Marije Esteban)
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La hormiga gigante
Esta es la historia de una hormiga gigante que estaba en su hormiguero transportando un pequeño grano con su mejor amigo, un filósofo solitario. Lo llevaba a la era de su abuelo porque necesitaba recuperar su memoria del olvido eterno. Cuando llegó, dijo que le apetecía muchísimo tomar una copa de champán, pero como no era Moët Chandon y, sin probarlo, la tiró por la ventana y acabó hecha mil pedazos. (Silvia San Vicente)

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FIESTA EN EL ZOOLÓGICO

¿Por qué tuve que nacer en Wyoming? No es culpa mía. Si hubiera nacido en la India o en China, en Calcuta, por ejemplo, no tendría el problema de sobrepeso que tengo. Y no como tanto. Paso de las trescientas libras. Lo que ocurre es que soy un poco bajo. Tampoco es culpa mía. Como no encuentre un restaurante abierto me va a dar un desmayo. Y no son horas para dejar un elefante varado en la avenida central de Cheyenne. ¿Regresar a casa, pedir ayuda a mi suegra y a su bisabuela? No es posible, prefiero caer y quedarme contemplando la Osa Mayor. Alguien me recogerá. Espero que haya fiesta en el zoológico. (Gabriel)

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© Ana Ester Fernández
 EL PERRO PACHÓN

Después de años en la tierra de la Paz, estaba en el jardín de mi vecino Juan que iba a casa de mi abuela, aunque no quería hacer eso sino otra cosa muy diferente… Pero, ese día era su cumpleaños.
Cuando llegamos, enterraba los limones secos ¡QUÉ RARO!  Un perro pachón lo miraba con las orejas muy largas. Le decía:
- “Si me pagas con perradas, a patadas te trataré”
Y el perro contestaba:
- Soy pacífico y no comulgo con perradas
Era volver de nuevo a esa tierra que te ladraba de frente. (Ana Ester Fernández)

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EXTRAÑA  MISIÓN

La orden era clara: durante el día debía permanecer bajo tierra y por la noche transportar los pollos y el agua por el desierto, desde Afganistán a Siria, en la camioneta.
Hacía mucho calor, le parecía como si estuviera dentro del sol... También pasaría por el rancho del alcalde Jhonson, un compañero de la infancia que, ahora, pensaba poner un casino en esta ruta.
Seguía sintiendo mucho calor, sólo podía echarse agua para apagar ese fuego, con lo que podría coger un resfriado... (Mayte)

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LA PELUQUERA SE VA DE CRUCERO.

La peluquera del barrio estaba en la panadería de su amante sacando panes del horno. Más tarde iría a venderlos porque necesitaba comer y alimentar a los críos: hoy panes y peces que, antes, pululaban en aguas dulces.
–No puedo comer con tan poca luz –dijo la peluquera.
–Pues te fastidias –contestaron los críos.
Y harta de críos, panes y amante, decidió irse a un largo crucero. Y parece ser que se instaló en las Indias. (Patricia Jato)

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QUICA

Era la fiesta de la cuenca minera, y todos los lugareños se acercaban a la plaza del pueblo. Unos bailaban y reían..., como los niños que, vestidos de domingo, podían olvidar los tirones de estómago comiendo chocolate caliente. Otros, como el minero Juan, calmaban su negrura bebiendo anís. (Anís con un poco de agua, "una palomita por favor" pedía Juan al señor Luis, que regentaba la única tienda-colmado del lugar, y que se convertía, dependiendo en qué ocasión, en taberna con terraza incorporada a la plaza).
Porque éste era un pueblo triste y lleno de miedo, su tierra estaba rota y herida por el fuego de la guerra, y ya sólo querían seguir viviendo, aunque fuese a aquel precio. Por eso, las canciones de los músicos eran como el despertar del sol en el campo y hacían salir a bailar a todas las parejas. Juan, susurraba al oído de su amante, siguiendo el son de la música:
¡¡Ay Quica.., Quica mía!!
No soy tuya ni de nadie, estoy con quién yo quiero –contestaba ella.
Se oía otra canción, y había cambio de parejas. A Juan, le costaba separarse de ella, y contemplaba amargamente, cómo se alejaba con el primero que la solicitaba, siempre sin saber a dónde.
"Luis, por favor..., otra palomita” (Sara Soto)